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El robo del tinte Purpura.

Prologo.

Se dice que en las hoscas tierras de Lacondria, los niños entran al campo de batalla tan pronto como son capaces blandir una espada, de esta regla da testimonio Hakan, bárbaro oriundo de aquel lugar, de cabellos y piel negros como la noche a excepción de una franja blanca como el hueso que le surcaba la frente, poseedor de una poderosa complexión corporal semejante a la de un roble inamovible y corpulento, y sus ojos verdes como el jade ardían con una furia desafiante que hacia titubear en su avance a cualquiera que osara enfrentarle, de esa manera era Hakan, quien hubo servido desde la mas tierna infancia en los regimientos auxiliares del Emperador Cayo Octavion Augustus Nerva, que por aquellos años buscaba anexionar a su imperio a los reinos de Tarsus, Avaloth y Hespia.

Fue a través de las cruentas campañas imperiales que, el joven Hakan recibió instrucción en el combate con lanza, espada y escudo, dotes marciales que se vieron potenciadas con la agudeza mental de quien, viéndose ante una situación que parece irremediable, logra alzarse victorioso donde otros encuentran la amarga muerte, siendo este conjunto de cualidades las que le granjearon gran prestigio al Lacondrio cuando apenas contaba con 17 años. Sin embargo, Hakan adolecía también, de una indolente irresponsabilidad para con su porvenir financiero, disponiendo así de los honorarios pagados por el imperio en ostentosos banquetes y bellas mujeres, mal ejemplo que sus coetáneos compatriotas no tardaron en seguir.

Así transcurrieron aquellos tiempos de batallas hasta que, el Emperador Octavion finalmente logro imponer la Pax Auros sobre las naciones conquistadas, y por ende obligando a sus aliados, los Lacondrios a deponer las armas y volver a sus tierras. Los veteranos aceptaron de buen grado, pues movidos por el buen juicio, habían ahorrado gran parte de sus honorarios para proveerse un retiro apacible, sin embargo, los más jóvenes, se alzaron en franca rebelión, argumentando que los pagos abonados eran proporcionalmente insuficientes a los servicios que habían prestado al imperio, de tal manera que tuvieron a bien saquear las tierras que habían ayudado a conquistar.

Desde luego esta afrenta no fue tolerada por el Emperador Octavion, quien encabezaría una última campaña en contra de los Lacondrios rebeldes que, serian finalmente derrotados en la batalla de Caragaia. Aquellos que no murieron en batalla, encontraron un vergonzoso final en las plazas de las ciudades que habían sufrido sus agravios, de tal manera que fue aplicada con ellos, la ley Aureliana, con cuyo ejemplo se buscaba disuadir cualquier futuro intento de insurrección.

De este fatal destino Hakan logro huir lejos de la justicia imperial, encontrando refugio en el lejano reino de Héracleron. Allí, no tardo tiempo en afianzarse fama de ladrón y asesino, innobles oficios aprendidos durante su corta época como saqueador y que eran, altamente cotizados en la ciudad portuaria de Khassalnut, donde los nobles de las familias mercantes pelean como áspides por el control de la ciudad, ejerciendo su influencia para mover sus fichas en intrincadas tramas palaciegas, que culminaran más tarde, en violentos ajusticiamientos perpetrados por la calaña inmunda de los gremios criminales que, gustosamente se manchan las manos con sangre a cambio de cuantiosas pagas, ignorantes estos últimos de que con aquel oro mal habido viene el bagaje de nuevos enemigos.

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